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A partir del contrato social, el mundo político masculino construye una representación femenina que se relega a lo privado, a lo doméstico, como una forma de exclusión. Las concepciones de público y privado vienen del liberalismo, que crea estos espacios abstractos como una forma de ordenar y normar a la sociedad. Sin embargo, las delimitaciones entre estos espacios no están claras, porque son conceptos rígidos que no corresponden con la realidad. Para efectos de este trabajo, entenderemos esfera pública como el «espacio en el que las personas hacen un uso público de su razón». También como el espacio en el cual se actualiza el intercambio de opiniones, y en donde se resuelven los conflictos sobre la base de la argumentación. De esta forma, la esfera pública tendría que ver esencialmente con lo político y lo estatal, la esfera privada se entiende como la sociedad civil, que es privada si mira hacia lo público, pero es distinta de la esfera doméstica. En esta tercera esfera estaría relegada la mujer.
Todas las representaciones ilustradas de la mujer tienden a confinarla en la esfera doméstica, de esta forma, la mujer es incapaz de actuar en la esfera pública y mucho menos, en la política. Se la relega a lo privado fundamentalmente porque el contrato social supone la convención de individuos iguales y racionales, y la racionalidad de la mujer se pone en duda debido a que se la asocia con la naturaleza, en contraposición con el hombre, que se asocia con cultura (entendiendo cultura como razón). En este discurso ilustrado, la mujer aparece más cerca de lo animal que de lo racional debido a sus funciones biológicas -procrear-, y debe ser excluida del orden político porque constituye una amenaza, en tanto ser poco racional. Esta dicotomía naturaleza / cultura es la base de la exclusión de la mujer de la esfera pública, ya que al ser naturaleza, la mujer debe ser gobernada por la cultura, es decir, por el hombre. Y, como la ciudadanía está esencialmente configurada desde la razón, la mujer no puede ser ciudadana, por lo tanto «delega» esta función en su padre o su marido. «Los hombres, al confinar a las mujeres al espacio de la reproducción (a la naturaleza), se liberaron a sí mismos «para los negocios del mundo» y de esta forma crearon y controlaron la cultura»
