LOS INICIOS

Un muy reducido grupo de mujeres de la aristocracia, que se transformaron en la cara visible de una masa ignorada de mujeres dueñas de casa, empleadas domésticas, obreras y trabajadoras de talleres e industrias, campesinas, y valerosas compañeras de campesinos y mineros del salitre y del carbón, se fue formando en Chile, desde fines del siglo XIX. Fue un activo grupo de luchadoras por sus derechos. Entre aquella elite, mujeres valientes hicieron historia. La chillaneja Cornelia Olivares, que incitaba a los chilenos a luchar contra el dominio español; la escritora Martina Barros que tradujo “La esclavitud de la mujer” de J.Stuart Mills publicándolo en el periódico “la mujer”, fundado hacia 1877; las maestras Antonia Tarragó e Isabel Le Brun, que abrieron en Copiapó el primer Liceo de Niñas (1877), e impulsaron además la dictación del histórico Decreto Amunátegui, que les abriría las puertas de la Universidad de Chile a las estudiantes.

En los años treinta, ya habían madurado por lo menos un par de generaciones herederas de las primeras oleadas de mujeres profesionales que fortalecen el movimiento de la emancipación de la mujer. Un gran hito de esta lucha lo constituyó la fundación del MEMCH el 11 de mayo de 1935. Esta organización, MEMCH, Movimiento de Emancipación de la mujer Chilena, fue concebido para integrar mujeres de toda condición social, intelectual e ideológica, profesionales de todas las áreas, obreras, campesinas, dirigentes sindicales y un gran número de dueñas de casa, para avanzar en la igualdad de la mujer chilena ante la ley. Una de sus fundadoras fue Elena Caffarena cuya entrevista, realizada por la escritora Diamela Eltit en 1992 reproducimos al final del texto, fue una de las líderes y protagonistas indiscutidas del movimiento por la libertad de la mujer chilena y su emancipación.

Desde el año 1934, en que se dictó la Ley sobre Organización y Atribuciones de las Municipalidades, las mujeres pudieron votar en las elecciones municipales, previa inscripción en los Registros Electorales, pudiendo elegir y ser elegidas como regidoras. Cuando se dictó esta ley, se redactó bajo el concepto tradicional, de que el mundo de la mujer era la casa y que una Municipalidad era como un gran hogar cuyos problemas y desafíos podían ser equivalentes a la labor realizada por la mujer en su hogar y por tanto era materia que conocía y que estaba “a su alcance”. El número de Mujeres inscritas para la Elección Municipal de 1938, cuatro años después de haber entregado el derecho al sufragio municipal, era de 60.134 con las limitaciones, al igual que en el caso de los hombres, de que supieran leer y escribir y contaran con más de 21 años.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *